martes, 17 de junio de 2008

Divorcio con sabor a pólvora

Yo era un hombre ordenado respecto al desayuno. Me hacía dos rebanadas de pan con un poco de jamón cada una.
El caos empezó cuando las junté para hacer más expedita la bocada, y poder volver a dormirme lo antes posible. Sin darme cuenta me volví un unificador. Mis manos, siempre juntas, no me dejaban sacarme la polera y ponerme el pijama. Al mirar me volví turnio, y dejé de entender. Oía todo al mismo tiempo, por lo que cuando hablaba respondía a la calamidad de todo lo que sucedía en el momento. Mis órganos se volvieron disfuncionales, pues orinaba con el páncreas y digería con el pulmón. Fumaba y sentía los pedazos de jamón salir en circulitos por mi boca, la cual rara vez estaba abierta.
Un día me aburrí de ser tan uniforme, y me divorcié de mi mismo.
Sigo en la batalla legal contra la mitad de mi cerebro que está disconforme. Esa parte me quiere de vuelta, y yo hago lo posible por ignorarla.

Es así como llegó este revolver a mi mano, señor oficial. Quería acabar con esa faceta de mi, no con toda mi vida. Solo con la parte mala. La buena puede quedarse.
Mientras se porte bien, eso si.


15/11/07 pabloGr.

2 comentarios:

Alondra dijo...

jajajajajajaj

que bueno...

galgata dijo...

¡¡¡Qué bueno está esto!!! No lo había leído :)